

El viajero barcelonés Jorge Sánchez, que recientemente logró conocer la totalidad de los 194 países existentes en el mundo, decide emprender casi "por obligación", a pie desde los Pirineos Aragoneses, el Camino de Santiago.
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Sin embargo, ya desde el primer día la magia del Camino se le manifestaba a cada paso: en el altruismo de los hospitaleros de los albergues donde pernoctaba, en la bondad de los monjes morando monasterios milenarios, en la sinceridad de sus compañeros peregrinos buscando el sentido de la vida, en las iglesias románicas cuya música gregoriana le hacía saltar las lágrimas, en la naturaleza exuberante y bella, en el canto de los pájaros, en el murmullo del viento...
Poco a poco, casi sin darse cuenta, las impresiones del Camino iban transformando su mundo interior. Y así, día tras día, el viajero se fue convirtiendo en peregrino. En Puente la Reina enlazó con el Camino Francés, y se extasió ante los templos de Eunate en Navarra y San Martín de Frómista en Falencia, a la vista de las vidrieras de la Catedral de León, al contemplar el Santo Grial gallego de O Cebreiro. Finalmente conoció el amor en el Monasterio de Samos.
A pesar de que Jorge había recorrido el mundo entero en 25 años experimentando innumerables aventuras y cuitas, el Camino de Santiago le llegó al corazón y significó el viaje más entrañable de su vida.
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