

Quien descarta de sus labios la palabra Dios, ¿no pierde un universo de sentido y de esperanza? Y siendo coherentes, ¿no debería hacer lo mismo con otras palabras sagradas como amor y libertad, piedad y justicia, amistad, gratitud y esperanza?
Política de privacidad
Política de envío
Política de devoluciones
Por otra parte, quien se esfuerza por pensar la realidad de Dios sin fe es como el que intenta percibir la belleza de un rostro, de un paisaje o de una obra de arte cerrando los ojos, o como pretender gozar de una pieza musical tapándose los oídos. Sin fe se pueden allegar infinidad de materiales para comenzar a pensar a Dios o para descubrir e inventariar los signos de su revelación en la historia. Pero la verdad humana decisiva de este esfuerzo sólo se alcanza por medio de la empatía, de la con-naturalidad y, en último término, de la fe personal.
La inteligencia del hombre y la revelación de Dios convergen en la historia de manera concreta, privilegiada y única en la humanidad del Hijo encarnado, Jesucristo. Es en esta comunión de naturaleza sin confusión y de solidaridad de destino sin anulación de la autonomía humana donde se descubre el camino cierto por el que Dios ha llegado al hombre y por el que el hombre puede llegar a Dios.
Ficha técnica